Durante mucho tiempo, hemos visto nuestra piel como una barrera, una capa externa que nos protege del mundo. Sin embargo, en su superficie vive un universo invisible y fascinante: el microbioma cutáneo. Esta comunidad de bacterias, hongos y virus coexiste en un equilibrio perfecto que es fundamental para la salud de nuestra piel. Por eso, entender la relación entre el microbioma y la dermatología es el nuevo paradigma que está revolucionando el cuidado de la piel.
Quienes sufren de acné, dermatitis o cualquier otra afección cutánea, es muy probable que tengan el microbioma desequilibrado. Afortunadamente, hay mucho que hacer para cuidar a estos pequeños inquilinos y recuperar el bienestar de la piel. Os lo contamos en Dermatoclinic.
Microbioma y dermatología: un binomio clave
El microbioma es como una huella dactilar biológica: cada persona tiene uno único. Se forma desde el nacimiento y evoluciona a lo largo de la vida, influenciado por la genética, el ambiente, la dieta y los productos que usamos.
Su función principal es la de un escudo protector. Los microorganismos beneficiosos que viven en la piel compiten con los patógenos (los que causan enfermedades), evitan su proliferación y ayudan a fortalecer la barrera cutánea. Un microbioma equilibrado mantiene a raya las infecciones, reduce la inflamación y contribuye a la hidratación natural de la piel.
Por qué se descontrola el microbioma
Cuando este delicado equilibrio se rompe, la piel se vuelve vulnerable. Una reducción en la diversidad de microorganismos o un crecimiento excesivo de ciertas especies puede desencadenar o agravar diversas patologías cutáneas.
Por ejemplo, se ha demostrado que el acné está relacionado con un desequilibrio entre las bacterias beneficiosas y el Propionibacterium acnes, que puede proliferar en exceso y provocar inflamación.
Por su parte, las personas con dermatitis atópica a menudo tienen una menor diversidad en su microbioma y una mayor presencia de la bacteria Staphylococcus aureus, que agrava el eccema y la inflamación.
Además, diversos estudios sugieren que el microbioma de la piel de las personas con psoriasis es diferente al de las personas sanas, lo que podría influir en el proceso inflamatorio.
Cómo cuidar el microbioma
Los dermatólogos ya no solo se centran en los síntomas de la enfermedad, sino también en restaurar la salud del microbioma.
Uno de los puntos a tener en cuenta es la limpieza de la piel. El uso de jabones agresivos elimina todas las bacterias, tanto las malas como las buenas. En su lugar, es mejor optar por limpiadores con un pH cercano al de la piel (aproximadamente 5.5) y que no contengan sulfatos ni fragancias fuertes.
También ayuda el uso de cosmética respetuosa. Los productos que contienen prebióticos (alimento para las bacterias buenas) y probióticos (microorganismos vivos que pueden colonizar la piel) ayudan a nutrir y repoblar el microbioma.
No podemos dejar de lado la dieta. La salud intestinal está directamente conectada con la salud de la piel. Una dieta rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados contribuye a un microbioma saludable en todo el cuerpo, incluido el cutáneo.
Finalmente, es vital evitar el estrés oxidativo, protegiendo la piel frente a la radiación UV y la contaminación ayuda a mantener un microbioma estable.
Microbioma y futuro de la dermatología
Los problemas cutáneos recurrentes requieren del asesoramiento del dermatólogo. Este puede recomendar tratamientos que regulen el microbioma, como el uso de antibióticos específicos, terapias con luz o cosméticos formulados para restaurar el equilibrio.
Debido a la importancia que tiene el microbioma en la dermatología, la investigación avanza hacia tratamientos personalizados basados en el análisis del microbioma de cada paciente.
En el futuro, podrían desarrollarse cremas y medicamentos diseñados para modificar la composición microbiana y así prevenir o tratar enfermedades dermatológicas de forma más precisa y menos invasiva.
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