Las lesiones pigmentadas son un motivo frecuente de consulta en dermatología y suponen un campo amplio de estudio, diagnóstico y tratamiento dentro de la especialidad.
Estas lesiones corresponden a áreas de la piel que presentan un color diferente al resto debido a una acumulación de pigmento, generalmente melanina. Sin embargo, también pueden estar influidas por otros factores como la exposición solar, la genética, los cambios hormonales o el envejecimiento.
Tipos de lesiones pigmentadas de la piel
Las lesiones pigmentadas pueden clasificarse en dos grandes grupos: benignas y malignas. Caber destacar que la mayoría de las lesiones pigmentadas son benignas y no representan un riesgo para la salud.
Entre las lesiones benignas más comunes se encuentran los lunares (nevus), las pecas (efélides), los lentigos (manchas de la edad o manchas hepáticas), el melasma, la queratosis seborreica y las manchas “café con leche”.
Por su parte, dentro de las lesiones malignas destacan la queratosis actínica, el carcinoma escamoso, el carcinoma basocelular y el melanoma. Este último es el más agresivo, por lo que detección precoz es fundamental para el pronóstico.
Lesiones benignas
Por un lado, los lunares, o nevus melanocíticos, son proliferaciones benignas de melanocitos. Pueden ser congénitos (presentes desde el nacimiento) o adquiridos (aparecen a lo largo de la vida, especialmente en la infancia y adolescencia). Suelen ser pequeñas manchas o pápulas de color marrón, homogéneas, con bordes regulares y simétricos. La cantidad y apariencia de los lunares pueden variar significativamente entre individuos.
Por otro lado, los lentigos solares, también conocidos como manchas solares o de la edad, son máculas oscuras que aparecen en áreas expuestas crónicamente al sol, como la cara, las manos y los hombros. Son benignas y reflejan el daño solar acumulado a lo largo del tiempo. Suelen ser planas, de color marrón claro a oscuro, con bordes definidos.
Parecidas son las pecas o efélides, pequeñas máculas de color marrón claro que aparecen en áreas expuestas al sol y se oscurecen con la exposición solar. Son más comunes en personas de piel clara y cabello rojizo o rubio.
En el caso de las queratosis seborreicas pigmentadas, son proliferaciones epidérmicas benignas muy comunes, especialmente en personas de mediana edad y mayores. Se presentan como pápulas o placas de color café a negro, con una superficie áspera o «verrugosa» y un aspecto «pegado» a la piel. A menudo, parecen estar «incrustadas» en la piel. Aunque suelen ser inofensivas, su pigmentación puede, en ocasiones, hacer que se confundan con lesiones malignas.
Finalmente, las máculas tipo café con leche son manchas de color marrón claro, bien definidas y circunscritas, que pueden estar presentes desde el nacimiento o aparecer en la primera infancia. Si un individuo presenta más de seis de estas manchas, especialmente si superan ciertos tamaños, puede ser indicativo de neurofibromatosis, una condición que afecta a múltiples sistemas orgánicos.
Lesiones pigmentadas malignas
Respecto a las lesiones pigmentadas malignas, el melanoma es el tipo más agresivo de cáncer de piel, originado a partir de los melanocitos. Su diagnóstico precoz es vital.
Aunque menos frecuente que otros cánceres de piel como el carcinoma basocelular o el escamoso, su capacidad de metástasis lo hace particularmente peligroso.
Las características que sugieren la posibilidad de un melanoma pueden recordarse utilizando la regla ABCDE.
La «A» de Asimetría, se produce cuando una mitad de la lesión es diferente de la otra.
La «B» de Borde irregular, se aprecia cuando los bordes son mal definidos, festoneados, o con melladuras.
Por su parte, la «C» corresponde a Color heterogéneo (policromía). En estos casos, la lesión presenta varios colores o tonos irregulares, como marrón, negro, rojo, blanco o azul.
La «D» se refiere al Diámetro. Aunque no es un criterio excluyente, la mayoría de los melanomas suelen tener un diámetro superior a 6 mm (aproximadamente el tamaño de la goma de borrar de un lápiz). Sin embargo, melanomas pequeños también pueden ser peligrosos.
Por último, la «E» habla de la Evolución o cambio. Es decir, cualquier cambio en el tamaño, forma, color, elevación o aparición de nuevos síntomas (picazón, sangrado, dolor) en una lesión pigmentada existente o la aparición de una nueva lesión sospechosa.
Sin embargo, otros tipos de cáncer de piel, como el carcinoma basocelular y el carcinoma escamoso, también pueden presentarse como lesiones pigmentadas, lo que resalta la complejidad del diagnóstico diferencial.
Causas y síntomas
Como hemos comentado antes, las causas de las lesiones pigmentadas son variadas.
Pueden desarrollarse por exposición solar crónica, factores genéticos, cambios hormonales (como en el embarazo o por el uso de anticonceptivos), o como consecuencia de procesos inflamatorios previos de la piel.
Los síntomas incluyen la aparición de nuevas manchas oscuras, cambios en el color, tamaño o forma de lunares preexistentes, bordes irregulares, picor, sangrado o abultamiento. Ante cualquier cambio, es recomendable consultar a un especialista para su evaluación.
Diagnóstico diferencial y tratamiento
La diferenciación entre lesiones pigmentadas benignas y malignas es un desafío clínico que requiere experiencia y, a menudo, el uso de herramientas específicas.
Partiendo del examen clínico visual, que comprende la evaluación inicial por parte de un dermatólogo, aplicando la regla ABCDE y otros criterios visuales.
Después, la dermatoscopia o edipermiluminiscencia, es una técnica no invasiva que utiliza un dermatoscopio para visualizar estructuras y patrones de pigmentación en las capas más superficiales de la piel que no son visibles a simple vista. Permite identificar características sutiles que ayudan a diferenciar lesiones benignas de malignas.
Cuando la sospecha de malignidad persiste tras el examen clínico y la dermatoscopia, se realiza una biopsia para obtener una muestra de tejido y analizarla bajo el microscopio (examen histopatológico). Esta es la única forma de obtener un diagnóstico definitivo.
En cuanto al tratamiento de las lesiones pigmentadas de la piel, depende siempre de su naturaleza.
Por ejemplo, generalmente, las lesiones pigmentadas benignas no requieren tratamiento, a menos que generen molestias estéticas, irritación o se desee su eliminación por otras razones. En estos casos, se pueden emplear técnicas como la extirpación quirúrgica, el láser (especialmente para lentigos solares y algunas queratosis seborreicas) o sustancias despigmentantes. Es crucial que un dermatólogo evalúe la lesión antes de cualquier procedimiento para asegurar que es benigna.
Mientras tanto, el tratamiento principal del melanoma es la extirpación quirúrgica completa de la lesión, con márgenes de seguridad adecuados. Dependiendo de la profundidad y extensión del melanoma, pueden ser necesarias otras terapias adyuvantes como la linfadenectomía (extirpación de ganglios linfáticos), la radioterapia o terapias sistémicas (quimioterapia, inmunoterapia, terapias dirigidas).
Prevención y vigilancia
La fotoprotección es esencial para prevenir el desarrollo de nuevas lesiones pigmentadas y reducir el riesgo de cáncer de piel. Esto incluye el uso regular de protector solar, ropa protectora, sombreros y evitar la exposición solar intensa, especialmente en las horas centrales del día.
Por último, la autoexploración regular de la piel y las revisiones periódicas con un dermatólogo son fundamentales para la detección temprana de cambios en las lesiones existentes o la aparición de nuevas lesiones sospechosas, lo que puede salvar vidas en el caso del melanoma.
Ante cualquier duda sobre una lesión pigmentada, la consulta con un especialista es siempre el paso más prudente.
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