Las patologías oncológicas cutáneas, más conocidas como cáncer de piel, representan uno de los tipos de cáncer más comunes a nivel global. Afectan a la piel, el órgano más grande del cuerpo, y aunque su gravedad varía, una detección temprana es fundamental para un pronóstico favorable. Comprender los diferentes tipos, sus causas y cómo prevenirlos es crucial para la salud de nuestra piel. Hablamos de ello en nuestro blog de Dermatoclinic.
Qué son las patologías oncológicas cutáneas
Las patologías oncológicas cutáneas, conocidas como cánceres de piel, representan uno de los mayores retos en dermatología y oncología. Su incidencia sigue aumentando a nivel mundial, impulsada por factores como la exposición solar, el envejecimiento poblacional y una mayor concienciación sobre la importancia del diagnóstico precoz.
En 2025, los avances en el tratamiento y la detección temprana han mejorado el pronóstico, pero la prevención y el conocimiento siguen siendo claves.
En España, las patologías oncológicas cutáneas más frecuentes son el carcinoma de células basales (basalioma), el carcinoma de células escamosas y el melanoma, aunque existen formas menos comunes como el carcinoma de células de Merkel y el sarcoma de Kaposi. Cada uno tiene características propias y diferentes niveles de gravedad.
Tipos más frecuentes en la actualidad
Por un lado, tenemos el carcinoma de células basales, también conocido como basalioma o basocelular. Es el más habitual y suele aparecer en zonas expuestas al sol como cara, cuello y orejas. Generalmente crece lentamente, pero no tratado puede invadir localmente y causar deformidades. El tratamiento principal es la extirpación quirúrgica o técnicas como la cirugía de Mohs.
Por otro lado, el carninoma de células escamosas o espinocelular, surge en la capa superficial de la piel y también está vinculado con la radiación UV. Crece más rápido que el basalioma y puede metastatizar, por lo que su manejo, aunque quirúrgico, requiere más vigilancia. Se emplean cirugía tradicional, radioterapia y, en algunos casos, inmunoterapia.
Menos frecuente, pero el más peligroso por su capacidad metastásica, es el melanoma. Afecta a los melanocitos y puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Su diagnóstico precoz es vital: se usa la regla ABCDE (asimetría, bordes, color, diámetro, evolución). La intervención principal es la escisión amplia, a veces acompañada de biopsia de ganglio centinela, inmunoterapia o terapia dirigida en fases avanzadas.
Otras patologías menos comunes
Aunque las anteriores son las patologías oncológicas cutáneas más habituales, existen otras formaciones raras.
Una de ellas es el carcinoma de células de Merkel. Se trata de un tumor neuroendocrino agresivo, con alta probabilidad de metástasis. Suele presentarse en piel clara de mayores de 60 años. Se trata con cirugía, ganglio centinela y adyuvancia según corresponda.
Otra patología menos frecuente es el sarcoma de Kaposi, asociado a VIH o inmunosupresión, aparece como manchas violáceas en piel o mucosas. El tratamiento depende del tipo (clásico, epidémico, iatrogénico) e incluye cirugía, crioterapia, quimioterapia y terapia antiviral en casos asociados a VIH.
Incidencia y factores de riesgo
En España se diagnostican más de 150 000 casos anuales, principalmente de basaliomas y carcinomas escamosos. Una revisión apuntó una incidencia de 113 casos por 100 000 personas/año para basalioma y 38 para carcinoma escamoso. El melanoma, aunque menos habitual, causa alrededor de 2 000 nuevos casos y 700 muertes anuales.
Entre los principales factores de riesgo se encuentran tener la piel clara, la exposición crónica o intensa a radiación ultravioleta, la edad avanzada, un sistema inmune deprimido y la predisposición familiar.
Prevención y detección temprana de patologías oncológicas cutáneas
Como siempre, la prevención es clave para evitar la aparición de patologías oncológicas cutáneas.
Entre las acciones recomendables para ello está el uso constante de protector solar, ropa que cubra la piel y evitar la exposición solar en las horas centrales del día.
Además, el autoexamen regular de lunares es clave para detectar cualquier pequeño cambio en forma, tamaño y color.
A su vez, acudir al dermatólogo con regularidad, especialmente si existen antecedentes familiares, daño solar o inmunodepresión.
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